Desde que puse un pie en Milán, supe que estaba en una ciudad donde la historia, la moda y la gastronomía se entrelazan en una danza perfecta. Cada rincón de esta vibrante metrópoli ofrece una nueva experiencia, y estoy emocionado por compartir mis lugares favoritos que no debes perderte en tu próxima visita a esta joya de Italia.
Mi primer destino fue la majestuosa Catedral de Milán, o Duomo. Me quedé sin aliento al ver su fachada gótica adornada con más de 3,000 estatuas y 135 agujas que se elevan hacia el cielo. Subir a la azotea del Duomo fue una de las mejores decisiones que tomé durante mi estadía.
Desde allí, la vista panorámica de la ciudad es simplemente impresionante. Mientras caminaba entre las agujas, respiré la historia y la dedicación que se han vertido en esta obra maestra durante casi seis siglos.
A un corto paseo se encuentra la Galleria Vittorio Emanuele II, un elegante centro comercial cubierto que es un paraíso para los amantes de la moda. Aquí, me senté en uno de los cafés, disfrutando de un espresso italiano mientras observaba a los locales y turistas pasear por las tiendas de lujo.
Me sorprendió la simbología del toro en el suelo, que afirma que frotar sus testículos trae buena suerte. No pude resistir la tentación y lo hice, ¡las supersticiones son para cumplirlas!
Después de un poco de shopping, me dirigí a la Scala de Milán, uno de los teatros de ópera más famosos del mundo. Aunque no tuve la oportunidad de asistir a una función, el tour guiado de la casa me permitió sumergirme en la historia de este icónico lugar y sus grandes figuras, como Verdi y Puccini.
Imaginar la emoción de las noches de estreno me dejó con ganas de volver para disfrutar de una presentación en vivo.
Sin embargo, Milán no es solo moda y ópera; también es un festín para los sentidos. Así que, continué mi exploración hasta encontrarme con el Castillo Sforzesco, un castillo renacentista que alberga varios museos. Pasear por sus jardines es un verdadero deleite. La historia del castillo está llena de intrigas y leyendas, lo que hizo que mi visita fuera aún más emocionante.
La posibilidad de ver obras de arte de Miguel Ángel en el Museo de Artes Antiguas fue el broche de oro para mi visita al castillo.
Y qué decir de la Pinacoteca di Brera, donde admiré obras maestras del Renacimiento italiano. La experiencia de contemplar piezas de arte icónicas como “El beso” de Francesco Hayez me llenó de asombro. La tranquilidad del museo me permitió reflexionar sobre la grandeza de la creatividad humana.
No podía dejar Milán sin disfrutar de su deliciosa gastronomía. En un pequeño restaurante en Navigli, el barrio de los canales, degusté un risotto alla Milanese que me hizo perder la cabeza. La mezcla de sabores y la autenticidad de la comida casera me dejaron con ganas de más.
Mi aventura en Milán fue una combinación perfecta de cultura, arte y gastronomía. Sin lugar a dudas, esta ciudad te ofrece un amplio abanico de experiencias que quedarán grabadas en tu memoria.
Al irme, solo podía pensar en cuándo podría regresar para descubrir aún más maravillas en esta fascinante capital italiana.
Enrique Kogan