En el Caribe quedan pocos secretos. O al menos eso parece, pero con más de 7.000 islas para elegir, aún quedan rincones menos visitados que aportan una mezcla de recogimiento y comodidad lejos de los cruceristas y los spring breakers.
Con un poco de aventura y un poco más de viaje, la región aún tiene rincones tranquilos que explorar, desde cumbres volcánicas hasta playas aisladas. Estos son los que hay que marcar como favoritos.
1. San Vicente y las Granadinas
¿Quieres retroceder en el tiempo hasta la época anterior a los megacruceros, los casinos de lujo y el «todo incluido» del Caribe? En San Vicente puede hacerlo: las 32 islas y cayos de las Granadinas son el último bastión de la vieja escuela, con un ambiente apacible que encaja a la perfección con los recién casados y las parejas románticas.
San Vicente carece de un buen hotel, pero merece la pena recorrerlo para contemplar su espectacular paisaje volcánico y sus bahías de aires piratas, así que alójate en la cercana Bequia y haz una excursión de un día en el ferry local.
Más al sur, los sueños de los náufragos se hacen realidad en Petit St Vincent, Palm Island o Young Island, donde tu cabaña de lujo puede carecer de televisión, teléfono o wi-fi para disfrutar de la paz y la tranquilidad.
2. Bahamas
Estamos hablando de la friolera de 700 islas con aroma a frangipani entre las que elegir, cada una de ellas repleta de playas de arena fina, bahías cristalinas y calas enmarcadas por abotonados árboles plateados.
Para llegar a los rincones más increíbles de las Bahamas, hay que tomar un vuelo adicional (y a veces también un ferry) desde la caótica capital, Nassau, repleta de cruceros, pero en las vírgenes Out Islands, la vida se ralentiza a ritmo de cangrejo ermitaño.
Al norte de Nassau, las Abacos son un collar de tranquilos cayos unidos por pequeños transbordadores, lo que facilita su exploración. El bonito pueblo de Hope Town, en Cayo Elbow, es un buen punto de partida, con su faro a rayas de caramelo y sus callejuelas valladas.
3. Antillas Francesas
Estas islas son fabulosamente francesas, con una pizca de je ne sais quoi caribeño. San Bartolomé es superchic, una pequeña versión tropical de la Costa Azul (sin froideur y con playas mucho mejores).
Guadalupe es mitad idilio playero caribeño, mitad desierto tropical (¡con su propio volcán!), aunque luce su autenticidad criolla con cierta altanería. La tranquila sofisticación de Martinica oculta el hecho de que ofrece algunas de las mejores rutas de senderismo del Caribe, gracias a su geografía extraordinariamente accidentada.
Y San Martín tiene la calle más deliciosa del Caribe: Grand Case Boulevard, con grandes chefs franceses y excelente comida criolla.
4. San Cristóbal y Nieves
San Cristóbal es la puerta de entrada a estas preciosas islas gemelas, de 37 km de largo y coronadas por el poderoso monte volcánico Liamuiga. También es el lugar donde los ingleses se establecieron por primera vez en el Caribe, en 1624, por lo que no faltarán restos de la época colonial.
A 45 minutos en ferry hacia el sudeste, Nevis, más tranquila y soñolienta, está dominada por el hermoso triángulo del Pico Nevis. Aquí no hay tanto que ver, pero los hoteles son de primera categoría y posee un encanto y un carácter que se ha perdido en las islas más desarrolladas del Caribe.
Es una buena opción para las familias, sobre todo con niños mayores: entre las actividades que se pueden realizar se incluyen paseos a caballo por la playa, ciclismo de montaña y, en verano, observación del desove de las tortugas.
5. Granada
Granada cumple todos los requisitos para unas vacaciones de folleto. A diferencia de otros países caribeños, Granada no es una pequeña mancha de tierra (es casi tan grande como la isla de Wight), así que hay mucho que ver.
Destacan el interior montañoso y selvático, las cascadas, las paradas gastronómicas (nuez moscada, cacao, ron) y la capital, St George’s, tan bonita como una postal, con edificios georgianos que se elevan sobre un puerto natural.
La isla consigue el equilibrio perfecto entre estar preparada para los turistas y mantener un desarrollo turístico discreto (y de poca altura). De hecho, sólo el extremo suroeste, sobre todo la zona de Grand Anse, se dedica al turismo.
6. Montserrat
Algunas islas parecen más vacías por su lejanía, mientras que otras están por descubrir. El Territorio Británico de Ultramar de Montserrat no es ninguna de esas dos cosas, pero es un lugar poco visitado gracias a la furia del volcán Soufriere Hills.
A mediados de los noventa comenzó una serie de erupciones que liberaron lava suficiente para destruir Plymouth, la capital victoriana.
En la actualidad, la mitad sur de la isla sigue estando prohibida, pero para los amantes de los volcanes -o para cualquiera que desee alejarse de las multitudes- Montserrat ofrece una oportunidad única de ver cómo renace una isla. Nuevas inversiones y nuevos puertos vuelven a las islas, por delante, sin duda, de los turistas.
7. Islas del Maíz, Nicaragua
Aunque no se consideran parte del conjunto de islas tradicionales del Caribe, las Corn Islands nicaragüenses se encuentran indiscutiblemente en el mar correspondiente. Tras un periodo de gobierno británico, cayeron en manos de piratas durante muchos años, antes de ser utilizadas para el cultivo bastante intensivo del coco.
Hoy ofrecen un tipo de turismo puro, un auténtico destino de hamacas bajo las palmeras. Little Corn recibe la mayoría de los visitantes, aunque sigue siendo una fracción de muchos de sus vecinos caribeños.
El buceo es excelente, el ron nicaragüense fabuloso, y las expectativas de hacer algo más que relajarse son más bajas que la barriga de un pepino de mar.
Yuniet Blanco Salas